Cara o cruz.

Eh, vosotros, ¿Qué sabéis sobre la suerte? Sobre el destino, el azar o como carajo queráis llamar a esa palabra que compone un diccionario, supersticiosos o no, todos conocemos su existencia, o no, o quizás.
La verdad es que aquel cretino de Billy me hizo pensar el concepto de la fortuna con mera intesidad, maldito Billy y sus estúpidos golpes de suerte.
Bueno, podemos empezar por el principio, algo así como una noche que forma parte de nuestro inútil calendario, diciembre, enero, febrero, eso es, febrero. Febero, catorce, diecisiete, veintiuno, sí, veintiuno de Febrero, exactamente, caballero.
Billy llevaba como unos 4 meses sin acompañar sus noches de mete y saca, y rubias, y morenas, y perfume y bla, bla, bla oía el barman del bar, que le servía el mismo brebaje de los jueves a las doce de la noche hasta que se acababa la botella de whisky a eso de las 3. 
Billy siempre tenía una centenaria moneda en sus manos, aquella moneda era su respuesta, su apuesta y su salvavidas de metal oxidado que no consigue flotar del todo. Hoy no andaba quejándose de su desdichada vida sin rubias, ni morenas, ni embriagador sexo. 
Estaba cantando viejos éxitos de la radio, unas de los chicos malos del rock'n roll, nada menos que The Rolling Stones. Mientras movia su copa hacía un lado y hacía otro con esa sonrisa de cartón.

 "Pleased to meet you!
Hope you guess my name.
But what's puzzling you
is the nature of my game."

Y aquella jodida rubia. Aquella jodida rubia cantaba con él mientras bebía ginebra, y algo más, más y más. Y la puta moneda seguía bailando entre las manos sucias de Billy. Sucias, sucio y electrizante momento en el que dijo que la acompañaría a casa porque eran las 3 de se me ha acabado el whisky y las señoritas hermosas no pueden caminar solitas por la noche. 
Y ella como no, le invitaría a "tomar algo" como muestra de gratitud a casa. Él hizo un comentarío sobre sus labios y ella se ruborizaba como una animadora quinceañera. Él le propuso un beso a cambio de un inocente cara o cruz, aceptó, aceptaron y la estrategia de Billy acababa de comenzar. Cuando la cara quedase boca arriba. O no.
Billy lanzó la moneda, gira, gira y gira, y seguía girando, parecía que se iba a quedar allí arriba hasta que el magnetismo la hizo caer, dios bendiga al magnetismo.
Clack.
La moneda había caído justo a sus pies, y bueno, alguien tendría que cogerla. 





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