2 horas.

7 de Noviembre 10:14
A donde voy, a donde voy, a donde, donde. DONDE. ¡DONDE!
Iba caminando, iba caminando por Brigde Avenue lentamente sin levantar la vista, observando como un tipo estaba leyendo el London Irish derrochando tedio, viendo como una mujer caminaba con unos tacones rojos que hacían clack, clack y clack así, tan deprisa, así, tan nerviosa que casi llega a caerse en dos ocasiones, pero nadie se había percatado.
Avanzaba, sin pensar, sin parar. 
Me parecía bien entrar a un banco, pero antes de pensarlo ya estaba dentro. Dentro de ese enorme y cínico sitio, dentro, fuera, dentro, quiero decir, estaba dentro subiendo unas escaleras de mármol higinienicamente limpias, higienicamente correctas. (Sube, sube, sube, cuidado, el suelo resbala). 
El banco era enorme y las escaleras eran resbaladizas pero nadie se percataba.
Ellos caminaban indiferentes con maletines, bolsos, corbatas, sombreros o tacones rojos. De un lado hacia otro, sin rumbo, pero eso a nadie le importaba un bledo.
Nadie, nadie, nadie.
Nadie se percató de mi hasta saqué la pistola y disparando hacia el techo grité a pleno pulmón que todo el mundo se echara al suelo.
Y en el banco cundió el pánico.
Al parecer de eso sí que se habían percatado.
Lastima que no me diese tiempo a terminar la frase y que las últimas palabras las escupiera.
Caí al suelo de rodillas, y de mi espalda empezó a brotar sangre.
Aquel polizonte se apresuró a esposarme, muñeca derecha, muñeca izquierda y click.


(...)


-¿Por qué lo has hecho?
-No lo sé, supongo que tan sólo quería sentir algo. 

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