Diligencia.

Exacto, toda la noche.
Me he desgastado demasiado. Si pensáis mal, me alegro, habéis acertado. Las sábanas están del revés. Eso es porque hace frío en invierno, es normal sentirse solo por estas épocas y masturbarse frenéticamente. Tan sólo es una excusa, pretendía ser cordial, pero hace días que camino con el ceño fruncido y me resulta insoluble.
Solía quedarme dormido y claro, antes todo funcionaba, aunque suene un poco metálico, aunque suene algo forzado, aun sin tan siquiera ver porno americano mediocre.
Llevo 39 días sin dormir y por eso no uso despertador, tampoco me urge, siempre tengo prisa. Soy bastante impaciente. Hasta conmigo mismo. Quiero  ver a donde lleva o a donde me llevo, si me tiznaré las botas con el barro o si me pondré a saltar los charcos, porque no es lo mismo, aunque no lo creáis, no lo es. Vosotros no entendéis nada.

No soy esa especie de persona que advierte la delicadeza de los pájaros cuando vuelan alto, al igual que no veo ese venus en un cielo estrellado. Porque verdaderamente no veo ninguna luz, ninguna oscuridad y coloreo nubarrones grises en el cosmos. No hay ningún sendero, no hay ninguna libertad que os lleve hacia alguna parte, la carretera nunca acabará, nosotros no seremos inmortales aunque gritemos, talludos, tan solo el eco nos devolverá el jodido gemido.

El café está ardiendo, los pantalones granates están sucios, no me queda pasta de dientes, escribo una lista de la compra vacía, escribo garabatos entre los guiones y tal vez, sólo tal vez quiera comprar el periódico después, y luego, luego transportaré un diván sonrosado, mudando muebles, siempre con vértigo, siempre diligente. Tragaré la sopa, encenderé la televisión, seguramente la vuelva a apagar, abriré la ventana y la volveré a cerrar, golpearé la puerta al salir y cruzaré la calle hasta colisionar con un autobús, que hoy por lo visto no iba a ensuciarme las botas.


Fotografía tomada a través de un teléfono móvil.

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