¿Cómo se llamaba?

Veamos. Hoy no os voy a hablar de nada en especial. Esto es habitual y muy drámatico. Y triste. Muy triste.
Por lo tanto, puedes marcharte.
Que te puedo decir que ya no sepas. Que si el luto, los músicos con sus canciones mugrientas y deprimentes, que sí, un redoble de tambores, unas flores frescas y un ataúd muy feo. Es que encima se me encoge el pecho cuando tengo que llevar esta mierda sobre mis hombros, sabes.
Ciertamente sobrevaloramos tu perdida, a nadie le importó tu jodida existencia y yo no soy una excepción. Tu madre lleva ese vestido atezado y ceñido que a su vez le da un toque de gachi ya fructificada, un poco purulenta, con esos ligueros que le realzan su pálida y a la vez amarillenta piel de cuarentona con exceso de cosméticos baratos. Debería invitarla a una copa... ¿No crees, Joe?
Sí, claro, es cordialidad, llamalo así, no tiene otro nombre que abarcar.
Vamos, cierra esto.

-Recuerdo que era mi compañero en la universidad, allá en Beelfast, y mi gran amigo desde que eramos tan sólo unos muchachos de once años, Joe, un guerrero admirable. Sé que todas las personas que colmamos esta habitación teníamos fe. Fe de que iba a salir ileso de esta, Joey no lo merecía. Oh, querido e inseparable amigo... -dijo pronunciando un sobrenombre cariñoso, intentando transmitir una especie de... gimoteo.

Muy conmovedoras las palabras de este capullín. Jaj, ja. No puedo evitar mantener la jeta seria. Si es que Joe era una persona super chachi, un ejemplo a seguir en toda regla, de esas personas que ya sabes, son grandes, bla bla bla. Joey, Joey, Joey. Que sabrá este tipejo sobre Joe, si pasaba clases enteras dedicándose a burlarse de su barriguita de niño con sobrepeso, a reírse de sus espinillas en el instituto y a darle palizas duras después, como un farolero machote.
Al parecer no ha venido Kelly. Una pena, la verdad. Era una señorita agradable.

-Mi pobre hijito Joe, ahora dejarás de padecer tanta angustia... Te marchaste demasiado pronto... Pero sé que siempre serás mi niñito afligido y miedoso y llorón que mojaba la cama todas las noches, mi único hijo, eras tan dulce, tan responsable... Perdonad, estoy algo sobrecogida... No puedo continuar.-

 Y se suena los mocos, mientras el pómulo derecho se ennegrece dejando todo un rastro de maquillaje entre negro y violeta, pareciendo haber escapado de uno de los libros de terror de Stephen King.
Venga, mamaíta, diles a todos cuantos de tus azotes recibía porque papaíto te había abandonado con el pequeño Joe en pañales. Cuéntales como te gastabas el dinero en maquillaje y lencería para irte con el señor Welsh a cenar y si daba tiempo a deshacer su cama y 'follar duro' mientras tu pobre niñito llorón se meaba en los pantalones y dormía con ellos, ahogándose en sus heces. Esperando sentado en el orinal de plástico rojo putrefacto hasta las cuatro de la mañana.
Sintetizando todo este largo trayecto de la vida de Joe, ya os podéis imaginar que trágicos sucesos se le avecinaban al pequeño Joey. Como el día que trajo un gatito naranja llamado Boris a casa y mamá le vertió mata-ratas en su cuenco de leche, pobre Boris, él no tenía la culpa de nada. El día que mamaíta le pilló cascándosela, ya que no se podían ni permitir un pestillo para la puerta del baño. Cuando se olvidó de comprar el preservativo y Kelly le dijo que se iba a casa, días más tarde, Kelly se había ido con un jugador de baloncesto del campus, sabes.  Y bueno, en ese momento aparecí yo, Joe era un tipo bastante extraño, las cosas se le daban bastante bien, me en enseñó a Baudelaire entre otros, a hacer pudin y hasta a jugar al ajedrez. Recuerdo cuando se enganchó. Cuando se desganchó. Y cuando se volvió a enganchar.Y de repente, abres los ojos te encuentras en una charla para personas enfermas por el VIH. Ya ves, esto por no importarle, no me importaba ni a mí y desgraciadamente yo era su mejor amigo. Simplemente compartíamos la jeringuilla, la diferencia es que él la ha palmado y yo no.

¿Qué podría haber sido seropositivo? Sí, pero a Joe tampoco le hubiera importado.

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