Confesión (Codificaciones II)

La  necesidad irrumpió justo en aquel momento en el que ritual comenzó tergiversarse. Un poco de fosfato, metano de la mano de animales y seres humanos. El retorno de las codificaciones y de los ahora intrínsecos símbolos de las que uno ya no puede deshacerse, o al menos no si yaces por ellos dominado. No quieren, no lo desean. Realmente una pequeña sinarquía de la retorica lo comprendería tan bien como yo lo comprendo. No puedo confesar en voz alta de sencillas maneras, pues el mensaje no sería más que para todos, cuyo significado ya no dependería del placer individual (que de hecho, resalto, sería lo más importante).
Pese a eso, es forzoso e inevitable hacerlo llegar hasta su respectivo destinatario, sea cual sea su tono, no importa que logre descodificarlo el receptor elegido o  no, mis intenciones solo él las conoce, si gusta de ellas.
Explayar el mensaje no es más que una mera combinación de astucia, desesperación y entretenimiento. A la vez que deseo de entrega, y en este hondo agujero, también estaría la comprensión y la intervención.
Aún así creo haber situado más barreras hipotéticas de las que habitualmente solía situar, algo siempre versa que cuanto más capacitado está el individuo de conocer mis intenciones, más estratégicas y arduas han de ser. Aunque haya conseguido, una vez más, ocultar la caída por este inmenso declive de la pasión, este se alarga, mostrándose más oscuro cada vez.
Y si mis ojos no logran ver cual resultaría el final de esta crónica plagada de incógnitas y deseos imposibles de satisfacer, podría considerar que estoy al borde de la demencia. (exageración)
Quiero mas no puedo. (poder siempre se puede, ya que no es un acto imposible, mas yo me entiendo)
Maldito sea yo, una y mil veces más, que pese a que intente impedir que suceda lo que siempre ha estado sucediendo durante años, dejo que se apoderen de mí estas luces intermitentes.
Esta vez no miraré, pues los árboles no me dejan ver el bosque.


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