Para S.

Yo, que no tengo ya ni constancia ni fuerza suficiente para emerger de este océano de abandono y angustia, entre todos los corales y diversas especies que ahí se encuentran, los peces moribundos flotan sobre la superficie, por el agua ahora conformada por soledad y aislamiento. Me pregunto reiteradamente: hasta dónde voy a llegar con todos estos despojos incrustados en este ancla de la que tú alguna vez has escrito. Ese ancla, el único elemento antagónico que nos impide emerger y salir de estas profundidades hacia la tierra exterior.
Es así. Quiero escribir que siento que me carcome la sensación de abandono y nostalgia una noche más. Y tomo la decisión de escribir una carta más para intentar petrificar las emociones de este justo momento de manera concisa. Es como intentar atrapar una pompa de jabón sin explotarla al fin y al cabo. Imposible, casi imposible. Sé que puede que no me entiendas y que no entiendas todo lo que has estado leyendo hasta este punto.
Que yo recuerdo como caminabas con los cabellos lacios, de color negro azabache iluminada por el sol aún estando en invierno. Ahora no es negro, sino naranja, rojo, o marrón caoba, tu pelo. Todo ha cambiado a tu alrededor. Sé que has tomado una decisión que yo he debido de digerir mucho antes, pero que no he podido.Y necesito, necesito contarte que estoy sujeta a esa parálisis del lapso en la que echo de menos a todo el mundo, pero mucho más a ti, pues por un tiempo tú fuiste todo el mundo. Eras como un túnel en el que yo podía estar haciendo ecos, donde desarrollé esa capacidad de crear sonidos diferentes a través de mis cuerdas vocales.
Sé que en el fondo no es tan horripilante esta sensación, que en el fondo nacen de estas aguas rojizas otra persona semejante a mí con ganas de demoler ese puente agrietado por el eco. Sé que aunque llame a la puerta entre sollozos nadie me abrirá, aunque grite, aunque le pegue una patada en seco y consiga romperla. Esa puerta desaparecerá y se convertirá en un trozo de mente desquebrajada y esparcida por el suelo, comida para ratas.
Aferrarse al pasado siempre ha sido como aferrarse a un borde cortante de un vaso, pero aquí estoy, siempre bebiendo del mismo una y otra vez.
Ciertamente no encuentro el camino que me lleve de una vez al olvido, sé que soy vulnerable y no soy nada ni nadie. Conozco bien lo que es el dolor: sé hasta donde puedo ceder: yo nunca tengo miedo. O eso quiero pensar cuando estos pensamientos punzantes de esta resaca desoladora abarcan mi interior y finalmente, se apoderan de mí.

Comentarios

Entradas populares